martes, 29 de mayo de 2018

DIEZ MANDAMIENTOS PARA UNA VEJEZ FELIZ

1. Cuidarás tu presentación todos los días. Vístete bien, arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida!.
2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado/a o al preso voluntario/a. Saldrás a la calle y al campo de paseo. El agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.
3. Amarás al ejercicio físico como a ti mismo/a. Un rato de gimnasio, una caminata razonable dentro o fuera de casa. Contra inercia, diligencia.
4. Evitarás actividades y gestos de viejo/a derrumbado/a. La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose. ¡No! Que la gente diga un piropo cuando pasas.
5. No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Con ello, acabarás por creerte más viejo/a y más enfermo/a de lo que en realidad estás. Y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital. Deja de auto llamarte viejo/a y considerarte enfermo/a.
6. Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara. Sé positivo, ten buen humor en las palabras, sé alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo.
7. Serás útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y ayuda. Ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio.
8. Trabajarás con tus manos y tu mente. El trabajo es la terapia infalible. Cualquier actitud laboral, intelectual, artística… Medicinas para todos los males, la bendición del trabajo.
9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. Desde luego que las que anudan dentro del hogar, integrándose a todos los miembros de la familia. Ahí tienes la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. Luego ensancharás el corazón a los amigos, con tal que los amigos no sean exclusivamente viejos como tú. Huye del bazar antigüedades.
10. No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar condenando a tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate de que ser parte del mismo y poder ver muchas cosas lindas y nuevas.
¡No te olvides de reír a menudo para mantener la salud!

sábado, 19 de mayo de 2018

MI PADRE

Cuando era pequeño, mi padre lo sabía todo. El racimo de imágenes congeladas es abrumador.
Me veo aquella tarde de invierno, con un cuaderno, el destartalado reloj, y mi padre enseñándome cómo se leían las horas y minutos.
Me veo en el río, en Agosto, aprendiendo a nadar. Recuerdo cómo me sujetaba y cuando yo estaba desprevenido me soltaba y se reía.
Me acuerdo de cómo me hablaba de política. Veo su orgullo y mi deseo de no defraudarle.
Normalmente con el paso del tiempo, los padres siempre se ven desilusionados a causa de la conducta de sus hijos. En mi caso, fue mi padre el que me decepcionó primero.

Y a aquel que me había enseñado y educado, le sumaron los años y envejeció. Fue entonces cuando nos perdonamos los mutuos desencantos.
Ahora yo enseñaba, ahora yo le miraba con benevolencia, y una dispendiosa paciencia.
Desmitificado, más humano, más comprensible y quizá por eso más lejano.
No hace falta ser padre o madre, para comprender qué oficio tan ingrato es. No tengo hijos, ni seguramente los tenga. Pero ahora comprendo esas soledades que los padres arrastran a causa de sus vástagos.
El otro día mi padre lloraba. El otro día tenía miedo de que le ingresáramos en una asilo, tenía miedo de que su cabeza le siguiera fallando.
Me llamó al trabajo, a primera hora. Se había quedado sólo en casa. Me dijo, me preguntó, entre hipos --apenas podía entenderle-- que yo no le haría tal cosa, ¿verdad?
Le tranquilicé. Después llamé a mi hermana y hablamos.
¡Qué vida! Vida que te obliga a llamar a un hijo, y a preguntarle invadido por el miedo si te piensan abandonar como a un perro.
El otro día me preocupé, pero el trabajo me absorbió y como no era la primera vez que me llamaba, lo dejé correr.
Le he estado dando vueltas, no sé cómo he llegado hasta aquí. Ahora mismo me duele y lloro.
Y no porque sea mi padre, sino porque precisamente le veo como a un ser humano asustado, que ni en sus hijas o esposa puede confiar. Triste.
¡Se ha ido deteriorando tanto con el tiempo!
Pero sobre todas las cosas, lo que más me lastima es ver lo infeliz que es.
Yo poseía la absurda idea, de que la vejez traía consigo serenidad y sabiduría. He leído muchas novelas.
Lo que está claro es que en la mayoría de los casos, lo único que trae es una acentuación exagerada de los defectos.
Trae un saco de frustraciones, pérdidas, dolores físicos, miedos, y una incógnita aplastante, solitaria, ignorada, maldita, sobre la muerte.
Demasiados adjetivos. Acabo de dejar de hablar de él, para en realidad empezar a hablar de mí mismo.
¿Te has dado cuenta, no?
Eso es algo en común a toda la humanidad: los padres y la muerte. Principio y fin. (¡menuda brillante idea!)

LAS SEMILLAS



Había una vez  ......
Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo.

Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana.

La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto,
 iba tirando algo por la ventana.

Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre
 le preguntó,  que era lo que tiraba por la ventana.

- ¡Son semillas! - le dijo la anciana.

- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?

- De flores. Es que miro afuera y está todo tan vacío...

Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino.
¿Verdad que sería bonito?

Pero las semillas caen encima del asfalto,
las aplastan los coches, se las comen los pájaros...
¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?

- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan,
alguna acabará en la cuneta
y, con el tiempo, brotará.

- Pero...Tardarán en crecer, necesitan agua ...

- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!

La anciana siguió con su trabajo ...
Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar,
pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.

Unos meses después...

Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana,
 vió todo el camino lleno de flores...

¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!

Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto.
Preguntó al conductor:

¿La anciana de las semillas?
Pues, ya hace un mes que murió.

El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.
 «Las flores han brotado, se dijo,
pero ¿de que le ha servido su trabajo?
No ha podido ver su obra».

De repente, oyó la risa de una niña pequeña.
La niña señalaba entusiasmada las flores...

- ¡Mira, padre! ¡Mira cuantas flores!

No hace falta explicar mucho el sentido de esta historia,

La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo,
y dejo su herencia a todos los que la pudieran recibir,
a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.

Dicen que aquel hombre, desde aquel día,
hace el viaje de casa al trabajo
con una bolsa de semillas que .va arrojando por la ventanilla
No dejes de sembrar cosas buenas...
Alguien siempre recogerá tu siembra....

LAS MANOS Una hermosa historia ficticia

En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nürenberg, vivía una familia con varios hijos. Para poner pan en la mesa para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón, y en cualquier otra cosa que se presentara. Dos de sus hijos tenían un sueño: querían dedicarse a la pintura. Pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda, y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara... Al terminar los estudios, el ganador pagaría entonces los estudios al que quedara en casa con la venta de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas.

Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la iglesia. Uno de ellos llamado Albrecht Durero, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg. Entonces, el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante los siguientes cuatro años para sufragar los estudios de su hermano, que desde el primer momento fue toda una sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación, ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de su arte.

Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia Durero se reunió para una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa, y propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado trabajando en las minas para hacer sus estudios una realidad. Y dijo:

- “Ahora, hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos."

Todos los ojos se volvieron llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa que ocupaba su hermano. Pero éste, con el rostro empapado en lágrimas, se puso en pie y dijo suavemente:

- “No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos de ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño.”

Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Durero pueden ser vistos en museos alrededor de todo el mundo. Pero seguramente usted, como la mayoría de las personas, sólo recuerde uno. Seguramente hasta tenga uno en su oficina o en su casa. Es el que un día, para rendir homenaje al sacrificio de su hermano, Albretch Durero dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra simplemente “manos” pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y se le cambió el nombre por el de “manos que oran”.

La próxima vez que veas una copia de esa obra, mírala bien. Y ojalá que sirva para que, cuando te sientas demasiado orgulloso de lo que haces, y muy pagado de ti mismo, recuerdes que en la vida ¡nadie nunca triunfa sólo!."

ESCUCHA LO QUE NO TE DIGO


No te dejes engañar por mí.
No te engañen mis apariencias,
Porque son solo una máscara, tal vez mil , que me da miedo quitarme,
Aunque ninguna de ellas me represente.
Aparento sentirme seguro, que todo va de maravilla, tanto dentro como fuera,
Aparento ser la confianza personificada, poseer la calma como una segunda naturaleza,
Controlar la situación y no necesitar a nadie.
Pero no me creas, te lo ruego.

Exteriormente puedo parecer tranquilo,
Debajo, escondido, esta mi verdadero yo,
En la confusión, en el miedo, en la soledad.
Pero lo escondo. No quiero que nadie lo sepa.
Me invade el miedo ante el solo pensamiento de mostrarlo.
Por eso necesito constantemente crear una máscara que me oculte,
una imagen que me proteja de las miradas.
Pero precisamente esa mirada es mi salvación. Y yo lo sé.

Mas, cuando viene acompañada del amor, de una aceptación,
Entonces se convierte en lo único que puede liberarme de mí mismo,
Del mecanismo de barreras que yo mismo he levantado.
Temo que tu mirada no venga acompañada de la aceptación, del amor.
Temo, quizá que puedas torcer tu opinión sobre mí,
Que no me tomes en serio y que tu sonrisa acabe matándome.
Tengo miedo, en el fondo, de no valer nada, y de que tú te des cuenta y me rechaces.
Te cuento todo lo que no cuenta nada y nada de lo que en verdad es importante,
De lo que me atormenta por dentro.
Por eso, cuando descubras esta rutina, no te dejes engañar por mis palabras,

Escucha bien lo que no te digo,
Lo que quisiera decir, lo que necesito decir, pero no logro expresar.
No me gusta esconderme, te lo confieso.
Me encantaría ser espontáneo, honesto y sincero,
Pero tienes que ayudarme.
Por favor tiéndeme tu mano, aunque parezca ser lo último que deseo.
Siempre que tratas de comprenderme, porque me quieres,
Mi corazón palpita fuerte y renace.
Quiero que sepas lo importante que eres para mí
Y el poder que tienes de hacer emerger la persona que soy.
Tan solo tú puedes derribar las barreras tras las que me refugio,
Tan sólo tú puedes quitarme la máscara, tan sólo tú puedes liberarme de mi pequeña y solitaria prisión.
No me ignores, por favor, no pases de largo. Ten paciencia conmigo.
A veces parece que, cuanto más te acercas,
Cuánto más me rebelo contra tu presencia,
Es irracional, pero es así... Lucho contra lo que necesito.
Pero el amor es mas fuerte que toda resistencia, y esa es mi esperanza,
La única esperanza que me queda.
Ayúdame a derribar estas barreras con tus manos fuertes, a la vez que delicadas y suaves,
Porque un niño es siempre algo muy frágil.
¿Quién soy yo?
Soy alguien a quien conoces muy bien...
Soy cada persona que encuentras.

ARRIESGARSE


“Reír, es arriesgarse a parecer tonto.
Llorar es arriesgarse a parecer sentimental.
Alargar el brazo para coger a otro es arriesgarse a implicarse.
Mostrar los sentimientos propios es arriesgarse a mostrarse uno mismo.
Exponer tus ideas o tus sueños, es arriesgarte a perderlos.
Amar es arriesgarse a no ser correspondido.
Vivir es arriesgarse a morir.
Tener esperanzas es arriesgarse a perderlas.
Lanzarte es arriesgarse a fallar.
Pero los riesgos deber ser tomados.
Porque el peligro más grande en la vida es no arriesgar nada.
Si no haces nada, si no arriesgas nada, tu existencia se oscurece.
Se pueden evitar sufrimientos y preocupaciones, pero simplemente no vas a aprender, a sentir, a cambiar, a crecer, a amar ni a vivir.
Encadenado a una actitud de miedo, uno se convierte en esclavo…
Y pierde su libertad.
Sólo eres libre si te arriesgas”
Richard Bach

EL CALEIDOSCOPIO


Existía un hombre que a causa de una guerra en la que había combatido de joven, había perdido la vista. Este hombre, para poder subsistir y continuar con su vida, desarrolló una gran habilidad y destreza con sus manos, lo que le permitió destacarse como un estupendo artesano. Sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el mínimo sustento.
Cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había conocido más juguetes que los trastos del taller de su padre con los que fantaseaba reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle con sus propias manos un hermoso caleidoscopio como alguno que él pudo poseer en su niñez. Por las noches, fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes, pedazos de espejos, vidrios, metales.
En la cena de Nochebuena pudo, finalmente imaginar a partir de la voz del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el precioso regalo. El niño no cabía en sí de la dicha y la emoción que aquella increíble Navidad le había traído de las manos rugosas de su padre ciego.
Durante los días y las noches siguientes el niño fue a todo sitio portando el preciado regalo, y con él regresó a sus clases en la escuela del pueblo. En el receso entre clase y clase, el niño exhibió y compartió lleno de orgullo su juguete con sus compañeros que se mostraban fascinados con aquella maravilla.
Uno de aquellos pequeños, tal vez el mayor del grupo, finalmente se acercó al hijo del artesano y le preguntó con mucha intriga: "Oye, qué maravilloso caleidoscopio te han regalado...¿dónde te lo compraron?, no he visto jamás nada igual en el pueblo..."
Y el niño, orgulloso de poder revelar aquella verdad emocionante desde su pequeño corazón, le contestó: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo hizo mi papá"
A lo que el otro pequeño replicó con cierto tono incrédulo: "¿Tu padre?...imposible...¡si tu padre es ciego!"
Nuestro pequeño amigo se quedó mirando a su compañero, y al cabo de una pausa de segundos, sonrió como sólo un portador de verdades absolutas puede hacerlo, y le contestó: "Sí... mi papá es ciego ... pero de los ojos... solamente de los ojos..."

El amor solo se puede ver con el corazón... "Lo esencial es invisible a los ojos."