Un campesino cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro,
decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta,
decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió
gustosamente.
El aviso decía:
"Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes
árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás
hayan visto".
El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió
visitar... a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso se había
mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando en sus faenas.
El poeta preguntó: ¡Amigo! ¿No se
iba de la finca? El campesino con una sonrisa le respondió: -No mi querido
vecino, después de leer el aviso que usted me hizo, comprendí que tenía el
lugar más maravilloso de la tierra y que no existe otro mejor...
Moraleja: No esperes a que venga un poeta
para hacerte un aviso que diga lo maravillosa que es tu vida, tu hogar, tu
familia y lo que con tanto trabajo hoy posees. Dale gracias a Dios porque
tienes vida, salud y esperanza de poder seguir luchando para alcanzar tus
metas... Que el Señor bendiga ese pedacito de cielo que es tu vida y tu
familia...
Buenas tardes!!!!
Las estaciones de la vida
Hoy
tenemos un cuento corto sobre la importancia de observar durante un buen tiempo antes de formarse una opinión, ya
sea sobre las personas o sobre nuestra propia vida.
Érase una
vez un hombre que tenía cuatro hijos y quería que ellos aprendieran a no juzgar
las cosas de manera precipitada. Entonces, se le ocurrió enviarles a ver un
árbol, un peral que estaba lejos de casa.
El primer
hijo fue en invierno; el segundo, en primavera; el tercero, en verano y el más
joven, en otoño.
Ya que
los cuatro fueron a ver el árbol y volvieron, les pidió que describieran lo que
habían visto.
El
primero dijo que el árbol era horrible; estaba doblado y retorcido.
El
segundo dijo que no; que el árbol estaba cubierto de brotes verdes y cargado de
promesas.
El
tercero no estaba de acuerdo. Según él, el árbol lucía exultante y se llenaba
de flores que olían divinamente.
El último
tampoco coincidió con ellos. Dijo que el árbol era maduro y que de él caían
muchos frutos.
Ya que
todos hablaron, el padre les comentó que tenían razón, pero que cada uno de
ellos sólo había visto una estación en la vida del árbol.
Lo cual
le sirvió para explicar a sus hijos que no pueden juzgar a un árbol o a una persona por una única estación de su
vida. Hay que fijarse en su esencia, que se conoce cuando se van
cumpliendo estaciones sucesivas.
Por lo
mismo, sería un error considerar nuestra vida como algo mustio y consumido por
una mala estación. Pueden estar por venir la promesa de la primavera, la
belleza del verano y los frutos del otoño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario